Fuente:Bohemia Cuba
Por Pastor Batista *
Más de tres lustros después, el prominente cineasta boliviano retornó a La Habana y al Festival de Cine Latinoamericano, para aumentar con siete de sus mejores filmes la permanente donación de gratitud y de amor a Cuba
Puedo imaginarlo, en el apacible interior de la nave aérea que lo lleva de retorno a su amada y siempre defendida tierra; quizás mirando ahora a través de la esférica ventanilla a ese pedazo de La Habana al que quisiera viajar cada día y que, bajo cualquier circunstancia seguirá llevando dentro, agradecido, hasta donde la eternidad no pone cotas.
Hablo de Jorge Sanjinés Aramayo (La Paz, Bolivia, 31 de julio de 1936), uno de los directores y guionistas de cine más prominentes del continente, fundador del Nuevo Cine Latinoamericano, director del Grupo Ukamau, multipremiado dentro y fuera de su país, audaz e incansable defensor de las causas indígenas y de la identidad cultural de Nuestra América, por intermedio de obras que, como norma, convergen en un mismo y contundente personaje central: el pueblo.
Vuelvo al interior de la nave para, en un ejercicio de imaginación con pies en tierra, verlo repasando inolvidables jornadas de esta última edición del Festival de Nuevo Cine, en las que volvió a acaparar el interés y la admiración de organizadores, participantes y público, luego de varios años sin visitar este país, por el que tanta gratitud lleva dentro.
Así, de manera inevitable, volverán a su casi nonagenaria pero todavía fértil memoria, cientos de momentos cubano-bolivianos, por sobre todo el recuerdo del intelectual Alfredo Guevara y del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quienes, según ha reiterado, con la valentía y dignidad que distingue a toda Cuba, “salvaron del exterminio a la población aymara y quechua en Bolivia”.
Imposible no evocar cómo la mayor Isla de Las Antillas abrió pecho y espacio para que él pudiera concluir aquel filme (Yawar Mallku o La sangre del cóndor, 1969) que develó ante el mundo la salvaje esterilización de mujeres campesinas jóvenes, especialmente quechuas y aymaras, sin su consentimiento, en maquiavélico proyecto para el que se prestó con aires de humanismo la agencia estadounidense Cuerpo de Paz, asentada entonces en esa nación sudamericana.
Van siete a la salud del séptimo arte
No. No fue solo presencial, formal, el retorno de Sanjinés a Cuba.
Los días, horas, minutos y segundos que esta vez recorrieron las agujas de reloj a su favor en suelo cubano, le permitieron contribuir con su vasta experiencia al enriquecimiento de análisis, fundirse en un guevariano abrazo con viejos e insustituibles amigos, saborear –como nunca o más que siempre– la hospitalidad de los investigadores y hermanos Adys Cupull y Froilán González, en su acogedor hogar; recibir el Premio Internacional Tomás Gutiérrez Alea en la Sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y el agasajo del archipiélago entero en la Fragua Martiana, como tributo a todo lo que él ha aportado a la cinematografía latinoamericana durante más de 55 años.
Incluso, tal vez, si la lleva allí mismo, en carpeta o en pequeño equipaje de mano, no pueda soportar la tentación de extraer y contemplar la copia de la foto que Adys y Froilán han conservado durante toda su vida y que ahora le han entregado a él, en deferente gesto, por su inmensa obra.
Se trata de una instantánea que, como consigna su dedicatoria original, eterniza el “momento en que W. A. Raifford, jefe piel roja de la tribu Pájaros Blancos, de los indios Creeks, (de Estados Unidos) le extiende a Fidel la larga pipa de la paz, honor que los pieles rojas conceden a muy pocas personas por sus valores morales, y lo bautizó con el nombre de Gran jefe guerrero. (18 de julio de 1959)”.
Junto a todo ello, sin el más leve vestigio de vanidad, meditará acerca de las siete excelentes producciones donadas por él, esta vez a la Fundación del Nuevo Cine, para que los espectadores puedan apreciarlas y el país realice, incluso, ciclos del séptimo arte boliviano.
Por cierto, atendiendo a su propia voluntad y en sugerencia que agradecerán los habitantes de la central provincia de Ciego de Ávila, copias directas de esas siete películas deben llegar, en calidad también de fraternal donación, hasta el lejano municipio de Bolivia.
Con la primicia anticipada de tal acontecimiento cultural, Ana Rosa Burunate Santana, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular allí, le reiteró a BOHEMIA su más profunda gratitud hacia el cineasta Jorge Sanjinés, en nombre de todos los habitantes de ese norteño territorio; el orgullo por saber que ello engrosará el patrimonio cultural local, así como la voluntad de trabajar para que la apreciación y el debate de esos filmes sea un éxito.
Pero volvamos al cálido interior de aquella nave. Un hombre de casi 90 años se acomoda en el asiento que ocupa… y suspira. ¿Acaso agotamiento? No lo creo. Jamás el cansancio hizo cabeza de playa dentro de él. ¿Satisfacción? Sí. Han sido días reconfortantes en Cuba. ¿Un poco de nostalgia? Posiblemente. Suele ocurrir cuando dejamos atrás a personas y lugares que uno admira y ama…
Reconocido y querido es y seguirás siendo aquí, en este verde caimán que quizás observa tranquilamente desde la esférica ventanilla del avión, y también lo es allá, en la entrañable y extrañable tierra de esos humildes quechuas y aymaras alojados en los más recónditos parajes de tu interior humano.
Vuelve. Ellos aguardan. Lleva el abrazo de todo un pueblo y la emoción con que en junio de 2001 recibió, de manos de Fidel, la Orden Félix Varela de Primer Grado: condecoración más alta que otorga la cultura cubana: suya y de todos los bolivianos.
* Pastor Batista
Licenciado en Periodismo por la Universidad de la Habana en 1984. Tiene experiencia en prensa militar y fue corresponsal de Guerra en Angola. Entre sus reconocimientos en el gremio, tiene la réplica del Machete de Máximo Gómez y premios en concursos nacionales. Prefiere abordar temas económicos y políticos y combina su profesión con la literatura.